Lecturas del día 19 de Febrero

Lecturas del día 19 de Febrero

La imagen de Dios

¿Has tenido la misma imagen de Dios en tu vida?
No, Señor la imagen que he tenido de Ti ha ido
cambiando con el transcurso de los años.

De pequeño me enseñaron que tenía un Padre
en el cielo y que había creado la Tierra
y el Universo entero y todas las cosas.

Decían que Tú lo veías todo y para entenderlo
mejor, pintábamos en el cuaderno o en la pizarra
un triángulo con un «ojo» grande, del cual Señor
tenía miedo, pues donde quiera que iba me vigilaba.

También este Padre Dios daba premios a los buenos
y castigos a los malos; como comprenderás yo
no quería ser malo, temía a que me castigaras.

En la adolescencia me alejé de éste Padre Dios,
que me vigilaba, me castigaba cuando hacía algún
mal, que era un aguafiestas que no me dejaba
hacer lo que yo quería, y me alejé de Ti sin
conocerte Señor Dios mío.

Qué mal me enseñaron, y qué pocas ganas
o ninguna de saber de Ti, aunque » fiel» a la religión
seguía creyendo en ése Padre Dios que además
tenía que estar muy lejos y que después de la muerte
me encontraría con Él en un juicio.

¡Cuán equivocado estaba, Señor! Gracias que Tú,
en tu grandísima Misericordia te has querido revelar
a este pobre infeliz tan ignorante de Ti, a través
de tu Hijo Jesús, Señor nuestro.

Fueron pasando los años y volví a acercarme a Ti
a través de un grupo cristiano, pero te confieso Señor
que por mucho tiempo no me enteraba de nada:
celebraciones, ritos, misas, todo era exterior y vacío.

Llegó el fracaso, el sin sentido, la soledad, el vacío,
el desierto más importante de mi vida, donde sólo
me quería morir; y en ese estado, Tú, Señor,
saliste al paso, al encuentro de un alma
que nada tenía, era la misma nada.

Hablaste al corazón, me sedujiste Señor
y me dejé seducir, me diste a conocer cuán
grande es tu Amor por mí.

¡Si te conocieran Señor! Nadie se alejaría de Ti;
Tú no me condenaste, pues así en la esclavitud
del pecado, del mundo y de mi mismo, tal como estaba,
me abrazó tu Divina Misericordia.

Tú no condenas, solo Amas dulcemente.

Evangelio según San Lucas 9, 14-15

En aquel tiempo, los discípulos de Juan fueron a ver a Jesús y le preguntaron: «¿Por qué tus discípulos no ayunan, mientras nosotros y los fariseos sí ayunamos?»

Jesús les respondió: «¿Cómo pueden llevar luto los amigos del esposo, mientras él está con ellos? Pero ya vendrán días en que les quitarán al esposo, y entonces sí ayunarán».

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