Palabra Dominical XIX Domingo del Tiempo ordinario

Palabra Dominical XIX Domingo del Tiempo ordinario

FE Y CONFIANZA

      El relato del evangelio de este domingo es como una parábola de los temores que asaltan de vez en cuando a los seguidores de Jesús. Los que viven ajenos a Jesús el Señor, entonces como ahora necesitan que Él les devuelva la esperanza: “¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!”.

      El evangelio de hoy nos transmite el eco de tres expresiones de los discípulos, que pueden ser las nuestras:

•”Señor, si eres tú, mándame ir a ti andando sobre el agua”. Entre el temor y la esperanza, el creyente añora la cercanía de su Señor. Resignarse a la lejanía no es una buena señal para la fe. La fe genera confianza y ésta se manifiesta en la osadía que vence al miedo.

“Señor, sálvame”. El creyente se hunde cuando se apoya sólo en sus fuerzas o sus razones. No es el propio poder ni el propio saber lo que nos mantiene a flote, sino la fuerza del Señor. Es buena la autoestima con tal de que no degenere en autosuficiencia.

• “Realmente eres Hijo de Dios”. Ésta es la clave de la fe cristiana. A esta confesión se nos invita ya desde el bautismo. Y ése es el anuncio que se espera de nuestros labios y también de nuestra vida entera, que ha de ser coherente con esa proclamación.

LECTURAS PARA LA EUCARISTÍA

1ª LECTURA

Lectura del 1º libro de los Reyes 19, 9a. 11-13a

En aquellos días, al llegar Elías al monte de Dios, al Horeb, se refugió en una gruta. El Señor le dijo:
– Sal y aguarda al Señor en el monte, que el Señor va a pasar.

Pasó antes del Señor un viento huracanado, que agrietaba los montes y rompía los peñascos: en el viento no estaba el Señor. Vino después un terremoto, y en el terremoto no estaba el Señor.

Después vino un fuego, y en el fuego no estaba el Señor. Después se escuchó un susurro. Elías, al oírlo, se cubrió el rostro con el manto y salió a la entrada de la gruta.

Palabra de Dios.

COMENTARIO A LA 1ª LECTURA

El profeta Elías es perseguido y se refugia en una cueva del monte Horeb, el “monte de Dios”, busca a Dios como refugio en su angustia, quiere encontrarse con Él y lo encuentra en el silencio, en el interior de sí mismo.

Es cierto que Dios está en todas partes, pero para encontrarse con Él es preciso buscarle  dentro de uno mismo en el silencio.            

Salmo 84, 9ab-10. 11-12. 13-14

R. Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación.

2ª LECTURA

Lectura de la carta del apóstol S. Pablo a los Romanos 9,1-5

Hermanos:
Como cristiano que soy, voy a ser sincero; mi conciencia, iluminada por el Espíritu Santo, me asegura que no miento.

Siento una gran pena y un dolor incesante, pues por el bien de mis hermanos, los de mi raza y sangre, quisiera incluso ser un proscrito lejos de Cristo.

Ellos descienden de Israel, fueron adoptados como hijos, tienen la presencia de Dios, la alianza, la ley, el culto y las promesas. Suyos son los patriarcas, de quienes, según lo humano, nació el Mesías, el que está por encima de todo: Dios bendito por los siglos. Amén

Palabra de Dios 

COMENTARIO A LA 2ª LECTURA

         El apóstol Pablo ha experimentado en su propia vida que Jesús es el Mesías anunciado, el Redentor. El drama interior que vive lo expresa de un modo exagerado diciendo que «quisiera estar separado de Cristo” con tal que sus compatriotas aceptaran la salvación venida de Cristo-Jesús.         

EVANGELIO

Lectura del santo evangelio según san Mateo 14,22-33

Después que se sació la gente, Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran a la otra orilla mientras él despedía a la gente. Y después de despedir a la gente subió al monte a solas para orar. Llegada la noche estaba allí solo.

Mientras tanto la barca iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento era contrario. De madrugada se les acercó Jesús andando sobre el agua.

Los discípulos, viéndole andar sobre el agua, se asustaron y gritaron de miedo, pensando que era un fantasma. Jesús les dijo enseguida:
– ¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!

Pedro le contestó:
– Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti andando sobre el agua.
Él le dijo:
– Ven.

Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua acercándose a Jesús; pero, al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó:
– Señor, sálvame.

Enseguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo:
– ¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado?

En cuanto subieron a la barca amainó el viento. Los de la barca se postraron ante él diciendo:
– Realmente eres Hijo de Dios.

Palabra de Dios

COMENTARIO SOBRE EL EVANGELIO

       Fiarse de Jesús no cabe duda que es arriesgado, como lo era el atreverse a andar sobre las aguas, pero solamente quien es capaz de correr el riesgo de fiarse de Jesús será salvado, como lo fue el apóstol Pedro.

Jesús nos invita a no tener miedo, a creer en Él, a fiarnos de su Palabra, a seguir su camino, a proclamar su Evangelio.                                                          

PARA NUESTRA REFLEXIÓN PERSONAL

LAS DUDAS DEL CREYENTE

       No es fácil responder con sinceridad a esa pregunta que Jesús hace a Pedro en el momento mismo en que lo salva de las aguas: «¿Por qué has dudado?».

A veces las más hondas convicciones se nos desvanecen sin saber exactamente por qué. Principios aceptados por cada uno de nosotros como inconmovibles comienzan a tambalearse y se despierta en nosotros la tentación de abandonarlo todo sin reconstruir nada nuevo.

La última palabra sobre mi vida se me escapa y es duro abandonarse al misterio. Mi razón sigue buscando insatisfecha una luz clara e irrefutable que no encuentra ni podrá jamás encontrar.

No pocas veces, la superficialidad y ligereza de nuestra vida cotidiana y el culto secreto a tantos ídolos nos sumergen en largas crisis de indiferencia y escepticismo interior, con la sensación de haber perdido realmente a Dios.

       Si somos sinceros, hemos de confesar que hay una distancia enorme entre el creyente que profesamos ser y el creyente que somos en realidad. ¿Qué hacer al constatar en nosotros una fe a veces tan frágil y vacilante?

Lo primero es no desesperar ni asustarse al descubrir en nosotros dudas y vacilaciones. La búsqueda de Dios se vive casi siempre en la inseguridad, la oscuridad y el riesgo. A Dios se le busca «a tientas».

Lo importante es aceptar el misterio de Dios con el corazón abierto. No hay que esperar a que nuestros interrogantes y dudas se encuentren resueltos, para vivir en verdad ante ese Dios. Por eso, lo importante es saber gritar como Pedro: «Señor, sálvame».


Palabra Dominical XIX Domingo del Tiempo ordinario – Ciclo C

LECTURAS PARA LA EUCARISTÍA

1ª LECTURA
Lectura del libro de la Sabiduría 18,6-9 

Aquella noche se les anunció de antemano a nuestros padres, para que tuvieran ánimo al conocer con certeza la promesa de que se fiaban. 

Tu pueblo esperaba ya la salvación de los inocentes y la perdición de los culpables. Pues con una misma acción castigabas a los enemigos y nos honrabas llamándonos a ti. 

Los hijos piadosos de un pueblo justo ofrecían sacrificios a escondidas, y de común acuerdo se imponían esta ley sagrada: que todos los santos serían solidarios en los peligros y en los bienes; y empezaron a entonar los himnos tradicionales.

Palabra de Dios.

COMENTARIO A LA 1ª LECTURA

El libro de la Sabiduría nos habla de la confianza que debemos tener en las promesas de Dios. El pueblo de Dios confiaba en que salvaría a los inocentes. Confiar en Dios es tener fe en Él, es fiarse de Él sabiendo que lo que promete lo cumple.

Sal 32, 1 y 12. 18-19. 20 y 22 
R. Dichoso el pueblo a quien Dios escogió como heredad

Aclamad, justos, al Señor, 
que merece la alabanza de los buenos; 
dichosa la nación cuyo Dios es el Señor, 
el pueblo que él se escogió como heredad. R:

Los ojos del Señor están puestos en sus fieles, 
en los que esperan en su misericordia, 
para librar sus vidas de la muerte 
y reanimarlos en tiempo de hambre. R:

Nosotros aguardamos al Señor: él es nuestro auxilio y escudo; 
que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, 
como lo esperamos de ti. R:

2ª LECTURA
Lectura de la carta a los Hebreos 11,1-2. 8-19 

Hermanos: 

La fe es seguridad de lo que se espera, y prueba de lo que no se ve. 
Por su fe son recordados los antiguos: por fe obedeció Abrahán a la llamada y salió hacia la tierra que iba a recibir en heredad. Salió sin saber adónde iba. 

Por fe vivió como extranjero en la tierra prometida, habitando en tiendas -y lo mismo Isaac y Jacob, herederos de la misma promesa- mientras esperaba la ciudad de sólidos cimientos, cuyo arquitecto y constructor iba a ser Dios. 

Por fe también Sara, cuando ya le había pasado la edad, obtuvo fuerza para fundar un linaje, porque se fió de la promesa. Y así, de una persona, y ésa estéril, nacieron hijos numerosos, como las estrellas del cielo y como la arena incontable de las playas. [Con fe murieron todos éstos, sin haber recibido la tierra prometida; pero viéndola y saludándola de lejos, confesando que eran huéspedes y peregrinos en la tierra. 

Es claro que los que así hablan están buscando una patria; pues si añoraban la patria de donde habían salido, estaban a tiempo para volver. Pero ellos ansiaban una patria mejor, la del cielo. Por eso Dios no tiene reparo en llamarse su Dios: porque les tenía preparada una ciudad. 

Por fe Abrahán, puesto a prueba, ofreció a Isaac: y era su hijo único lo que ofrecía, el destinatario de la promesa, del cual le había dicho Dios: «Isaac continuará tu descendencia». 
Pero Abrahán pensó que Dios tiene poder hasta para resucitar muertos. Y así recobró a Isaac como figura del futuro.]

Palabra de Dios.  

COMETARIO A LA 2ª LECTURA

    La segunda lectura nos ofrece testimonios de personas que vivieron profundamente la fe en Dios y la esperanza en sus promesas y por ello alcanzaron la plenitud de su vida, porque no quedaron defraudados.

Por fe Abrahán recibió la tierra prometida por Dios para su pueblo, por fe, Sara, ya muy mayor tuvo a su hijo Isaac fundador de una estirpe.

EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Lucas 12,32-48

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: 
Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas: vosotros estad como los que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle, apenas venga y llame. 

Dichosos los criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela: os aseguro que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo. 

Y si llega entrada la noche o de madrugada, y los encuentra así, dichosos ellos. 
Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, no le dejaría abrir un boquete. 

Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis, viene el Hijo del hombre. 

[Pedro le preguntó: 
– Señor, ¿has dicho esa parábola por nosotros o por todos? 

El Señor le respondió: 
– ¿Quién es el administrador fiel y solícito a quien el amo ha puesto al frente de su servidumbre para que les reparta la ración a sus horas? 

Dichoso el criado a quien su amo al llegar lo encuentre portándose así. Os aseguro que lo pondrá al frente de todos sus bienes. 

Pero si el empleado piensa: «Mi amo tarda en llegar», y empieza a pegarles a los mozos y a las muchachas, a comer y beber y emborracharse, llegará el amo de ese criado el día y a la hora que menos lo espera y lo despedirá, condenándolo a la pena de los que no son fieles.

El criado que sabe lo que su amo quiere y no está dispuesto a ponerlo por obra recibirá muchos azotes; el que no lo sabe, pero hace algo digno de castigo, recibirá pocos. Al que mucho se le dio mucho se le exigirá; al que mucho se le confió más se le exigirá.]

Palabra del Señor.  

COMENTARIO AL EVANGELIO     

En el Evangelio de hoy, el Señor nos da una noticia que, de tanto saberla, no nos impresiona. Dios nos ofrece el Reino y Jesús nos advierte que estemos vigilantes para que no lo perdamos y para que no nos lo roben.

El Señor sabe que «donde está nuestro tesoro allí está nuestro corazón». Por tanto, si Dios es algo valioso para nosotros, si es un tesoro, en Él estará nuestro corazón y nos esforzaremos en que nadie nos lo arrebate ni lo robe y para esto debemos estar en vela y no dejar perder la oportunidad.


Palabra Dominical XIX Domingo del Tiempo ordinario – Ciclo B

EL CAMINO PARA CREER EN JESÚS

Jesús repite cada vez de manera más abierta que viene de Dios para ofrecer a todos un alimento que da vida eterna.

La gente que lo conoce no puede seguir escuchando algo tan escandaloso sin reaccionar. Nosotros también podemos tener una reacción semejante: ¿Cómo podemos creer que en Jesús se haya encarnado el Misterio insondable de Dios?

Jesús irá indicando el camino que deben seguir sus discípulos para que lleguen a conocer su verdadera identidad, para que se sientan atraídos por su persona.

Pero, además, Jesús les advierte de algo muy importante:»Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me ha enviado».

El Padre, que lo ha enviado al mundo, despierta nuestro corazón para que nos acerquemos a Jesús con gozo y confianza, superando dudas y resistencias y para esto debemos escuchar la voz de Dios en nuestro corazón y dejarnos conducir por Él.

Las palabras de Jesús nos invitan a vivir una experiencia diferente. La conciencia no es sólo el lugar recóndito y privilegiado en el que podemos escuchar la Ley de Dios.

Si en lo íntimo de nuestro ser, nos sentimos atraídos por lo bueno, lo hermoso, lo noble, lo que hace bien al ser humano, lo que construye un mundo mejor, fácilmente nos sentiremos invitados por Dios a sintonizar con Jesús.

LECTURAS PARA LA EUCARISTÍA

1ª LECTURA
Lectura del primer libro de los Reyes 19,4-8

En aquellos días, Elías continuó por el desierto una jornada de camino, y al final se sentó bajo una retama, y se deseó la muerte diciendo: Basta ya, Señor, quítame la vida, pues yo no valgo más que mis padres.

Se echó debajo de la retama y se quedó dormido. De pronto un ángel lo tocó y le dijo:
Levántate, come.

Miró Elías y vio a su cabecera un pan cocido en las brasas y una jarra de agua. Comió, bebió y volvió a echarse. Pero el ángel del Señor le tocó por segunda vez diciendo: Levántate, come, que el camino es superior a tus fuerzas.

Se levantó Elías, comió y bebió, y con la fuerza de aquel alimento caminó cuarenta días y cuarenta noches, hasta el Horeb, el monte de Dios.

Palabra de Dios

COMENTARIO A LA 1ª LECTURA

El profeta Elías se siente desanimado y cansado porque no ve el fruto de su esfuerzo: el pueblo, al que ha dirigido sus mensajes proféticos, permanece en la idolatría. Se encuentra solo y fracasado hasta el punto de desearse la muerte.

En esta situación Dios le ofrece su ayuda con el alimento y lo anima a seguir adelante prometiéndole que Él mismo le acompañará.

SALMO
Sal 33, 2-3. 4-5. 6-7. 8-9

R. Gustad y ved qué bueno es el Señor.

• Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca.
Mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren. R:

• Proclamad conmigo la grandeza del Señor,
ensalcemos juntos su nombre.
Yo consulté al Señor y me respondió;
me libró de todas mis ansias. R:

• Contempladlo y quedaréis radiantes,
vuestro rostro no se avergonzará.
Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha
y lo salva de sus angustias. R:

• El ángel del Señor acampa en torno a sus fieles, y los protege.
Gustad y ved qué bueno es el Señor, dichoso el que se acoge a él. R:

2ª LECTURA
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 4,30_5,2

Hermanos:
No pongáis triste al Espíritu Santo. Dios os ha marcado con él para el día de la liberación final. Desterrad de vosotros la amargura, la ira, los enfados e insultos y toda la maldad. Sed buenos, comprensivos, perdonándoos unos a otros como Dios os perdonó en Cristo.

Sed imitadores de Dios, como hijos queridos, y vivid en el amor como Cristo os amó y se entregó por nosotros como oblación y víctima de suave olor.

Palabra de Dios

COMENTARIO A LA 2ª LECTURA

El apóstol Pablo les dice a los cristianos de Éfeso que no pongamos triste al Espíritu, porque Dios nos ha marcado para Él, sellándonos con su Espíritu.

El Espíritu que habita en nosotros nos ayudará a ser buenos y comprensivos, perdonándonos unos a otros y viviendo en el amor.

EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Juan 6,41-51

En aquel tiempo, los judíos criticaban a Jesús porque había dicho: «Yo soy el pan bajado del cielo», y decían: «¿No es éste Jesús, el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo dice ahora que ha bajado del cielo?».

Jesús tomó la palabra y les dijo:
«No critiquéis. Nadie puede venir a mí, si no lo trae el Padre que me ha enviado. Y yo lo resucitaré el último día.

Está escrito en los profetas: ‘Serán todos discípulos de Dios’.
Todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende viene a mí. No es que nadie haya visto al Padre, a no ser el que procede de Dios: ése ha visto al Padre.

Os lo aseguro: el que cree tiene vida eterna.
Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron: éste es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera.

Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo».

Palabra de Dios

COMENTARIO AL EVANGELIO

Para aceptar a Jesús hay que abrir de par en par las puertas de la fe, dejándonos llevar por Dios, a través de su Palabra, de los acontecimientos, de la oración.

Bajo la luz de la fe veremos con claridad que Jesús es el pan de Vida bajado del cielo. Así tenemos a nuestro alcance la fuerza para recorrer el camino de Dios.

PARA NUESTRA REFLEXIÓN PERSONAL

ESCUCHAR LA VOZ DE DIOS EN NUESTRA CONCIENCIA

La incredulidad empieza a brotar en nosotros desde el mismo momento en que empezamos a organizar nuestra vida de espaldas a Dios que va quedando ahí como algo poco importante que se arrincona en algún lugar olvidado de nuestra vida.

Incluso los que nos decimos creyentes estamos perdiendo capacidad para escuchar a Dios. No es que Dios no hable ya en el fondo de nuestras conciencias, ese espacio interior donde la voz de Dios resuena en su recinto más íntimo, es que, llenos de ruido y autosuficiencia, no sabemos ya percibir su presencia callada en nosotros.

Nos resistimos a escuchar su llamada, nos ocultamos de su mirada amorosa. Preferimos “otros dioses” con quienes vivir de manera más cómoda y menos responsable.

Sin embargo, sin Dios en el corazón quedamos como perdidos, nos cansamos buscando seguridad y paz, pero nuestro corazón sigue inquieto e inseguro.

La paz, la verdad y el amor se despiertan en nosotros cuando nos dejamos guiar por Dios. Todo cobra entonces nueva luz. Todo se empieza a ver de manera más amable y esperanzada.