XI DOMINGO del Tiempo Ordinario

Décimo primer Domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo A

DOMINGO XI DEL TIEMPO ORDINARIO/CICLO A

LA AUTÉNTICA AUTORIDAD SE MANIFIESTA HACIENDO EL BIEN

       Jesús vivía muy atento a las personas necesitadas que encontraba en su camino. No era capaz de pasar de largo, sin hacer algo por aliviar su sufrimiento.

Además, Jesús con frecuencia fijaba su mirada sobre las «muchedumbres». Veía a las gentes con hambre o con toda clase de enfermedades y dolencias, y le sucedía siempre lo mismo: sentía compasión. Esta compasión de Jesús era su manera de mirar a la gente y de vivir buscando su bien. Era su forma de encarnar la misericordia de Dios.

De esta compasión nace su decisión de llamar a los «doce apóstoles» para enviarlos a las «ovejas perdidas de Israel». Para ello les da «autoridad», pero no para que la utilicen según su propia voluntad, no para gobernar al pueblo como los romanos, sino un poder orientado a hacer el bien «expulsando espíritus malignos» y «curando toda enfermedad y dolencia».

      Toda la autoridad que se le puede conceder a la Iglesia debe estar orientada a curar, aliviar el sufrimiento y hacer el bien y los que lo ejercen lo han de hacer «gratis», pues la Iglesia es un regalo de Jesús a las gentes. Por eso los discípulos de Jesús, los que son su Iglesia, han de predicar lo que predicaba Él, no otra cosa.  La gente debe escuchar la gran noticia de que el reino de Dios está cerca. 

LECTURAS PARA LA EUCARISTÍA 

1ª LECTURA

Lectura del libro del Éxodo 19, 2-6a

En aquellos días, los israelitas llegaron al desierto del Sinaí y acamparon allí, frente al monte. Moisés subió hacia Dios. El Señor lo llamó desde el monte, diciendo: 

«Así dirás a la casa de Jacob, y esto anunciarás a los israelitas: «Ya habéis visto lo que he hecho con los egipcios, y cómo a vosotros os he llevado sobre alas de águila y os he traído a mí. Ahora, pues, si de veras escucháis mi voz y guardáis mi alianza, vosotros seréis mi propiedad personal entre todos los pueblos, porque mía es toda la tierra; seréis para mí un reino de sacerdotes y una nación santa». Palabra de Dios.


COMENTARIO A LA 1ª LECTURA     Dios habla a Moisés para decirle que recuerden siempre que Él los ha salvado de los egipcios y que si escuchan su voz y guardan su alianza serán su pueblo elegido por Él para ser una nación santa. 

Salmo responsorial

R. Nosotros somos su pueblo
y ovejas de su rebaño.

Aclama al Señor, tierra entera, servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con vítores, R.

Sabed que el Señor es Dios: que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño. R.

El Señor es bueno, su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades. R.

2ª LECTURA

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 5, 6-11

Hermanos:

Cuando nosotros todavía estábamos sin fuerza, en el tiempo señalado, Cristo murió por los impíos; en verdad, apenas habrá quien muera por un justo; por un hombre de bien tal vez se atrevería uno a morir; mas la prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros.

¡Con cuánta más razón, pues, justificados ahora por su sangre, seremos por él salvos del castigo! Si, cuando éramos enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, ¡con cuánta más razón, estando ya reconciliados, seremos salvos por su vida!

Y no sólo eso, sino que también nos gloriamos en Dios, por nuestro Señor Jesucristo, por quien hemos obtenido ahora la reconciliación. Palabra de Dios  

COMENTARIO A LA 2ª LECTURA

      El apóstol Pablo, en su carta a los romanos, sigue desarrollando su tesis fundamental de que Cristo murió por nosotros y nos trajo la salvación. La fuerza del amor de Dios nos ha salvado y la reconciliación es gratuita e irreversible.      

EVANGELIO

Lectura del santo evangelio según san Mateo 9, 36—10, 8

En aquel tiempo, al ver Jesús a las gentes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos:

—«La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies».

Y llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y dolencia. Éstos son los nombres de los doce apóstoles: el primero, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago el Zebedeo, y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé, Tomás y Mateo, el publicano; Santiago el Alfeo, y Tadeo; Simón el Celote, y Judas Iscariote, el que lo entregó. A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones:

—«No vayáis a tierra de gentiles, ni entréis en las ciudades de Samaria, sino id a las ovejas descarriadas de Israel.

Id y proclamad que el reino de los cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios. Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis». Palabra de Dios  

COMENTARIO AL EVANGELIO

El pasaje evangélico de san Mateo nos explica la razón de ser de la misión de los discípulos de Jesús que no será otra que proclamad por todo el mundo que el reino de Dios ya está entre nosotros y que se dediquen a hacer el bien como Él lo hizo, dando gratis lo que han recibido gratis             

PARA NUESTRA REFLEXIÓN PERSONAL

ESTANCADOS 

El Papa Francisco repite con mucha frecuencia que los miedos, las dudas, la falta de audacia… pueden impedir de raíz impulsar la renovación que necesita hoy la Iglesia. En su Exhortación “La alegría del Evangelio” llega a decir que, si nos quedamos paralizados por el miedo, una vez más podemos quedarnos simplemente en “espectadores de un estancamiento infecundo de la Iglesia”. Tenemos que movilizarnos para reavivar la fe de nuestras comunidades cristianas y no instalarnos en un “estancamiento infecundo”.

        Una de las grandes aportaciones del Concilio fue impulsar el paso desde la “misa”, entendida como una obligación individual para cumplir el precepto de la Iglesia de oír misa, hacia la “eucaristía” vivida como celebración gozosa de toda la comunidad para alimentar su fe, crecer en fraternidad y reavivar su esperanza en Cristo.

       En nuestras celebraciones de la Eucaristía debemos encontrarnos con la palabra de Dios clara, con un rito expresivo, con una acogida estimulante necesaria para alimentar nuestra fe débil y vacilante. La Eucaristía debe ser “el centro y cumbre de toda la vida de la comunidad cristiana”. La Eucaristía debe ayudarnos a actualizar la cena memorable de Jesús donde se concentra de modo admirable el núcleo de nuestra fe.