Domingo XXXI Durante el Año – Evangelio tiempo ordinario

Domingo XXXI Durante el Año – Evangelio tiempo ordinario – Ciclo A

DOMINGO XXXI DEL TIEMPO ORDINARIO/CICLO A

DEBE HABER COHERENCIA ENTRE LO QUE DECIMOS Y LO QUE HACEMOS      

Jesús, refiriéndose a los letrados y fariseos de su tiempo, dice:” Haced lo que os digan, pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos no hacen lo que dicen”. Esto que dijo entonces Jesús podría decirlo hoy sobre los políticos, los predicadores en general, las autoridades eclesiásticas y civiles, maestros y profesores, padres, tertulianos de la radio o de la televisión y, como no, las palabras de Jesús también están dirigidas a cada uno de nosotros.       

Jesús en el texto del evangelio acusa a los letrados y fariseos de incoherencia, de doble moral (una para sí mismo y otra para los demás), de hipocresía y de ostentación, se muestra con dureza respecto a quienes asesoran, aleccionan, dirigen y luego no cumplen. No soporta a los que elaboran una lista de deberes y obligaciones y luego las descargan sobre los hombros de los demás y no están dispuestos a echar una mano.

Ejemplos de esta conducta en la vida diaria hay a cientos. Admiramos, adulamos a las personas que están revestidas de poder, buscamos complacerle. El poder, el ocupar los primeros puestos es un plato que gusta a la mayoría. Quien ha saboreado el poder se agarra a él y, si es alejado de un cargo, se encaramará en otro. Jesús no va por ahí, Él nos pide que haya coherencia en nuestra vida entre lo que decimos y lo que hacemos.                                                 

LECTURAS PARA LA EUCARISTÍA 

Lectura del libro del profeta Malaquías 1,14b_2,2b. 8-10

     Yo soy el Rey soberano, dice el Señor de los ejércitos; mi nombre es temido entre las naciones. Y ahora os toca a vosotros, sacerdotes: si no obedecéis y no os proponéis dar la gloria a mi nombre -dice el Señor de los ejércitos-, os enviaré mi maldición.

Os apartasteis del camino, habéis hecho tropezar a muchos en la ley, habéis invalidado mi alianza con Leví -dice el Señor de los ejércitos-. Pues yo os haré despreciables y viles ante el pueblo, por no haber guardado mis caminos y porque os fijáis en las personas al aplicar la ley. ¿No tenemos todos un solo Padre? ¿No nos creó el mismo Señor? ¿Por qué, pues, el hombre despoja a su prójimo profanando la alianza de nuestros padres?

Palabra de Dios


COMENTARIO A LA 1ª LECTURA 

      El profeta Malaquías recuerda al pueblo de Israel que todos tenemos un solo Padre Dios que nos creó a todos. Dios espera de los sacerdotes de la antigua ley que le obedezcan y den gloria a su nombre, que no se aparten del camino correcto y que no descuiden sus funciones específicas, para que no pongan en peligro la alianza hecha con Dios.   

Sal 130, 1. 2. 3

R. Guarda mi alma en la paz, junto a ti, Señor.

  • Señor, mi corazón no es ambicioso, ni mis ojos altaneros;
    no pretendo grandezas que superan mi capacidad. R:
  • Yo acallo y modero mis deseos,
    como un niño en brazos de su madre. R:
  • Espera Israel en el Señor,
    ahora y por siempre. R: 

Lectura de la 1ª carta de S. Pablo a los Tesalonicenses 2,7b-9. 13

Hermanos:
Os tratamos con delicadeza, como una madre cuida de sus hijos. Os teníamos tanto cariño que deseábamos entregaros no sólo el Evangelio de Dios, sino hasta nuestras propias personas, porque os habíais ganado nuestro amor.

Recordad, si no, hermanos, nuestros esfuerzos y fatigas; trabajando día y noche para no serle gravoso a nadie, proclamamos entre vosotros el Evangelio de Dios. También, por nuestra parte, no cesamos de dar gracias a Dios porque al recibir la Palabra de Dios, que os predicamos, la acogisteis no como palabra de hombre, sino, cual es en verdad, como Palabra de Dios, que permanece operante en vosotros los creyentes.

Palabra de Dios

COMENTARIO A LA 2ª LECTURA     

El apóstol Pablo manifiesta, una vez más, su acción de gracias por la buena acogida que los miembros de la comunidad de Tesalónica dieron a su mensaje.         También manifiesta que trató a la comunidad con delicadeza y cariño y que les entregó no solo el Evangelio, sino su misma persona, que ha trabajado y luchado fuertemente para que la palabra de Dios realizara su fruto en aquella comunidad. 

Lectura del santo evangelio según san Mateo 23,1-12

En aquel tiempo, Jesús habló a la gente y a sus discípulos diciendo:
– En la cátedra de Moisés se han sentado los letrados y los fariseos: haced y cumplid lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos no hacen lo que dicen.
Ellos lían fardos pesados e insoportables y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar.

Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y ensanchan las franjas del manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias por la calle y que la gente los llame «maestro».

Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar maestro, porque uno sólo es vuestro maestro, y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno sólo es vuestro Padre, el del cielo. No os dejéis llamar jefes, porque uno sólo es vuestro Señor, Cristo.
El primero entre vosotros será vuestro servidor. El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.

Palabra de Dios  

COMENTARIO AL EVANGELIO       

Jesús, en el Evangelio de hoy, afirma que el pueblo de Dios (el Israel histórico) aceptó la enseñanza y la Ley de Moisés, pero no supo ponerla en práctica. Los responsables del pueblo, por su conducta, fueron como un «contrasigno» del espíritu de la Ley de Moisés. Por eso Jesús invita a sus discípulos a rechazar esa conducta y ese ejemplo. La autoridad en la Iglesia debe ser un instrumento para servir a los hermanos. 

PARA NUESTRA REFLEXIÓN PERSONAL 

CADA DOMINGO

         Para celebrar la eucaristía dominical no basta con seguir las normas prescritas o pronunciar las palabras obligadas. Es muy fácil asistir a misa y no celebrar nada en el corazón; oír las lecturas correspondientes y no escuchar la voz de Dios; comulgar piadosamente sin comulgar con Cristo; darnos la paz sin reconciliarnos con nadie.

Es necesario escuchar desde dentro de nuestro corazón con atención y alegría la Palabra de Dios y, en concreto, el evangelio de Jesús. Vivimos aturdidos por toda clase de mensajes, voces, ruidos, noticias, información y publicidad. Necesitamos escuchar otra voz diferente que nos cure por dentro, escuchar las palabras directas y sencillas de Jesús que nos traen verdad a nuestra vida, nos liberan de engaños, miedos y egoísmos, nos enseñan a vivir con más sencillez y dignidad, con más sentido y esperanza. 

La plegaria eucarística constituye el momento central. «Levantamos el corazón» para dar gracias a Dios. Es bueno, es justo y necesario el agradecimiento a Dios por la vida, por el regalo que es Jesucristo. La vida no es sólo trabajo, esfuerzo y agitación, es también celebración, acción de gracias y alabanza a Dios. 

La comunión con Cristo es decisiva. Es el momento de acoger a Jesús en nuestra vida para experimentarlo en nosotros, para identificarnos con Él y para dejarnos trabajar, consolar y fortalecer por su Espíritu. Todo esto no lo vivimos encerrados en nuestro pequeño mundo. Cantamos juntos el Padrenuestro sintiéndonos hermanos de todos. Le pedimos que a nadie le falte el pan ni el perdón. Nos damos la paz y la buscamos para todos.  


Domingo XXXI Durante el Año – Evangelio tiempo ordinario

Deuteronomio 6, 1-6 / Hebreos 7, 23-28
/ Marcos 12, 28b-34
Salmo Responsorial, Sal 17, 2-4. 47.51ab
R/. «¡Yo te amo, Señor, mi fortaleza!»

Santoral:
San Carlos Borromeo, San Emérico,
San Amancio y San Jesse

LECTURAS DEL DOMINGO XXXI del TIEMPO ORDINARIO

DOMINGO XXXI DURANTE EL AÑO

Escucha, Israel: Amarás al Señor con todo tu corazón

Lectura del libro del Deuteronomio

6, 1-6

Moisés habló al pueblo diciendo:
Éste es el mandamiento, y éstos son los preceptos y las leyes que el Señor, su Dios, ordemó que les enseñara a practicar en el país del que van a tomar posesión, a fin de que temas al Señor, tu Dios, observando constantemente todos los preceptos y mandamientos que yo te prescribo, y así tengas una larga vida, lo mismo que tu hijo y tu nieto.
Por eso, escucha, Israel, y empéñate en cumplirlos. Así gozarás de bienestar y llegarás a ser muy numeroso en la tierra que mana leche y miel, como el Señor, tu Dios, te lo ha prometido.
Escucha, Israel: el Señor, nuestro Dios, es el único Señor. Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas.
Graba en tu corazón estas palabras que yo te dicto hoy.

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL 17, 2-4. 47. 51ab

R. ¡Yo te amo, Señor, mi fortaleza!

Yo te amo, Señor, mi fuerza,
Señor, mi Roca, mi fortaleza y mi libertador. R.

Eres mi Dios, el peñasco en que me refugio,
mi escudo, mi fuerza salvadora, mi baluarte.
Invoqué al Señor, que es digno de alabanza
y quedé a salvo de mis enemigos. R.

¡Viva el Señor! ¡Bendita sea mi Roca!
¡Glorificado sea el Dios de mi salvación!
Él concede grandes victorias a su rey
y trata con fidelidad a su Ungido. R.

Como permanece para siempre, posee un sacerdocio inmutable

Lectura de la carta a los Hebreos

7, 23-28

Hermanos:
En la antigua Alianza los sacerdotes tuvieron que ser muchos, porque la muerte les impedía permanecer; pero Jesús, como permanecepara siempre, posee un sacrdocio inmutable.
De ahí que Él puede salvar en forma definitiva a los que se acercan a Dios por su intermedio, ya que vive eternamente para interceder por ellos.
Él es el Sumo Sacerdote que necesitábamos: santo, inocente, sin mancha, separado de los pecadores y elevado por encima del cielo. Él no tiene necesidad, como los otros sumos sacerdotes, de ofrecer sacrificios cada día, primero por sus pecados, y después por los del pueblo. Esto lo hizo de una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo. La Ley, en efecto, establece como sumos sacerdotes a hombres débiles; en cambio, la palabra del juramento –que es posterior a la Ley– establece a un Hijo que llegó a ser perfecto para siempre.

Palabra de Dios.

EVANGELIO

Amarás al Señor, tu Dios.
Amarás a tu prójimo

a Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Marcos

12, 28b-34

Un escriba se acercó a Jesús y le preguntó: «¿Cuál es el primero de los mandamientos?»
Jesús respondió: «El primero es: «Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es el único. Señor; y tú amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas». El segundo es: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo». No hay otro mandamiento más grande que éstos».
El escriba le dijo: «Muy bien, Maestro, tienes razón al decir que hay un solo Dios y no hay otro más que Él, y que amarlo con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo, vale más que todos los holocaustos y todos los sacrificios».
Jesús, al ver que había respondido tan acertadamente, le dijo: «Tú no estás lejos del Reino de Dios».
Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.

Palabra del Señor.

Reflexión

AMAR A DIOS EN EL PRÓJIMO
1.- Desde luego que Jesús no entiende de contabilidad, ni le gusta. Recordáis que llegó a decir que prefería una oveja perdida que 99 bien recogiditas en el redil, y en el evangelio de hoy se muestra totalmente contrario a las santidades de contabilidad.
La pregunta del pobre escriba tenía razón de ser porque los pobres judíos cargaban con la obligación de cumplir nada menos que 613 preceptos de los que 365 eran negativos y el resto pequeñeces. Tanto precepto y preceptillo había creado una mentalidad religiosa contable. El santo, el perfecto era el que cumplía todos esos preceptos. La santidad subía o bajaba en Bolsa, según el número de preceptos cumplidos.
Eso de “cumplo y miento” no va con Jesús. Tampoco va con nosotros que nos molesta que nos feliciten por cumplir. O que vengan al funeral de una persona querida por cumplir, tan de cumplir que llegan antes para saludar y marcharse o llegan tarde justo para saludar…cuánto mejor que quedasen en casa.
Si en la vida, si en nuestro trato con Dios, no metemos el corazón (que no sabe contabilidades) ni la vida, ni la religión, valen para nada. Y creo que tendremos que examinarnos cada uno porque por cumplir hacemos muchas cosas. ¿Venimos a misa por los domingos por ilusión o por cumplir? ¿No estamos cumpliendo con las abstinencias y ayunos sin entender por qué y sólo por cumplir? ¿Sin saber a dónde va el ayuno eucarístico llegamos al escrúpulo por cumplir?
2.- Pero lo revolucionario de este evangelio es que Jesús iguala el primero y el más sagrado de los mandamientos: el de amar a Dios con el amar al prójimo. Os diría más, para Jesús no hay más que un mandamiento, que no es amar a Dios, sino a Dios en el prójimo.
a) porque todo el que ama al prójimo necesariamente tiene ya en su corazón el amor de Dios, porque San Juan nos dice que todo amor viene de Dios.
b) porque hay que buscar a Dios donde habita y Él nos ha dicho que está en el hambriento, en el enfermo, en el marginado…”Tuve hambre y me disteis de comer, estuve enfermo y me visitasteis, estuve preso y me vinisteis a ver.”
c) el amor al prójimo es la piedra de toque para saber si ese amor que decimos tener a Dios es de verdad o “falsa monea”
d) “porque el que dice que ama a Dios a quien no ve y no ama a su hermano a quien ve es un mentiroso” Entonces nuestro amor a Dios es platónico, extraterrestre, ciencia ficción…
Yo creo que muchas de esas personas que se dicen agnósticas y sin embargo viven entregadas a los demás, lo sean o no, están palpando a Dios en esos hermanos a los que ayudan y oirán del Señor aquellas palabras: “Venid benditos de mi padre, porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, estuve enfermo y md visitasteis…”
3.- San Juan hablando de lo mucho que nos ama Dios, que ha dado la vida de su Hijo por salvarnos y hace una pirueta en el aire, dice: “si así nos ha amado Dios, también nosotros (en correspondencia) debemos amar a nuestros hermanos”. Juan, que te equivocas, la lógica dice que si así nos amó Dios, así debemos nosotros corresponderle amándole a Él, pues San Juan, saltimbanqui a lo divino nos dice ¡NO!, la correspondencia que nos pide Dios es que amemos a nuestros hermanos. Y como Él nos amó… hasta la muerte.
Esto es muy serio, y aunque suene a bonito, es muy comprometido. ¿Amo yo de verdad a los demás? Hombre, pues a la familia, a los que me caen bien, a los educados, bien-olientes y que no molestan. Sí. Pues dudo que amemos a Dios.
Porque el amor cristiano, según proclama el mismo Señor Jesús poco antes de su Pasión es que no nos amemos como a nosotros mismos, sino que amemos a los demás como el Señor nos amó hasta dar la vida unos por otros.

José María Maruri, SJ
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AMAR SIN ESPERAR NADA A CAMBIO
1.- ¿Qué mandamiento es el primero de todos? Sabiendo que la Ley contenía alrededor de 613 mandamientos, un escriba le hace a Jesús una pregunta absurda: “¿Cuál es el principal mandamiento?” La pregunta parece cargada de inocencia, pero era delicada hasta el extremo. Porque los doctores judíos no acababan de resolver nunca el intrincado problema. Jesús responde: “El Señor Dios nuestro es el único Señor: amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas”. Hasta aquí, los enemigos podían estar acordes con Jesús. Era un pasaje tomado de Moisés, que todos los judíos recitaban cada día como la primera oración, y aún hoy la repiten con una gran fe. Pero Jesús sigue, sin interrupción, con una segunda parte inesperada: “El segundo mandamiento es éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Jesús da un paso más, y cierra para siempre la cuestión tan debatida en las escuelas de los rabinos. La novedad de Jesús es asemejar este mandamiento primero al segundo: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo». Jesús amplia este amor también hacia el extranjero, e incluso al enemigo. No por casualidad en el evangelio paralelo de Lucas viene a continuación la explicación de qué entiende Jesús como prójimo en la parábola del Buen Samaritano. Jesús no invita a ir en contra de la Ley, sino a situarnos más allá de ella, por encima de ella.
2.- Dimensión vertical y horizontal del amor. Muchas veces oímos en la Iglesia el Evangelio sobre el mandamiento del amor. Es natural, pues constituye la quintaesencia del mensaje de Jesús. Si aprendemos bien esta lección, lo sabemos todo. Si ignoramos esta página, no sabemos nada. Jesús juntó los dos mandamientos más importantes que no aparecían unidos en la ley. Uno, el del amor a Dios. El otro, el del amor al prójimo, para así demostrar su conocimiento de la ley y resumirla toda en una síntesis magistral del mandamiento principal. Se trata de amar, no como yo me amo, sino a la medida del amor con que Jesús nos amó. Jesús asoció el mandamiento del amor a Dios con el mandamiento del amor al prójimo, y los presentó como inseparables. La Alianza entre Yahvé y el pueblo de Israel tenía dos dimensiones: la vertical y la horizontal: fidelidad a Dios y cuidado de los pobres y los forasteros. La Alianza les recordaba a los Israelitas que Dios los amaba y que ellos tenían que compartir ese amor con todo el pueblo de Dios.
3.- El amor-ágape. El amor-eros se refiere al amor de pareja, hombre-mujer, mujer-hombre. Es el amor reflejado hacia la intimidad de pareja. Sexualmente es un amor erótico. El amor-filial es el amor dirigido hacia las personas más allegadas (familiares, amigos y personas allegadas). Es un amor entre personas conocidas, de estima para la vida de uno. Este amor depende de las emociones y circunstancias involuntarias. El amor-ágape es el amor más grande que puede haber, es el amor que proviene de Dios, del cual Él es el origen, el medio y el fin. La palabra ágape denota una buena voluntad que siempre busca el bien de la otra persona y no el suyo, no importa lo que haga; es un amor sacrificado que da sin pedir nada a cambio. El amor ágape depende más de la voluntad que de la emoción, es un amor incondicional de Dios para el mundo. Es el amor de Dios, de éste depende todo. Se evidencia claramente en la profunda entrega que Dios Padre tuvo para con la humanidad al darnos a su único hijo para perdón de nuestros pecados. El amor total de Dios nos capacita para amarnos a nosotros mismos y a nuestro prójimo. El amor no es un sentimiento, es una decisión. Al decidir amar a una persona se decide honrarla con actos de amor sin importar nuestros sentimientos. ¿Cómo respondo a estos dos mandamientos en mi vida diaria? ¿Soy capaz de dejar a un lado los chismes y la envidia para convertirme en un agente de paz en mi familia, centro de trabajo o parroquia? Como escribió muy acertadamente Carlos Carretto en uno de sus libros “lo importante es amar
4.- Dios es mi fortaleza. En una sociedad donde abunda el anonimato, la soledad, el vacío de cariño, es necesario anunciar que «Dios es compasivo». No basta con la justicia, con lo debido, hay que amar, porque el hombre de hoy necesita ser amado. Podemos gritar la respuesta del salmo: «Yo te amo, Señor, Tú eres mi fortaleza». Pero el amor de Dios se hace visible y concreto en el amor al prójimo. Ya lo dice San Juan: «el que dice que ama a Dios y odia a su hermano es un mentiroso». Al final de nuestra vida se nos examinará del amor, no de si hemos cumplido muchas leyes, o hemos ido mucho al templo, o si sabemos mucho de religión o de vidas de santos. Hemos de entender el amor como Cristo lo entendió: como auto donación, como entrega de uno mismo. Un amor que es «ágape», fraternidad. Vivir como hermanos supone asumir un nuevo estilo de vida, unos valores nuevos que nos llevan a vivir en comunión con los excluidos, los marginados, los preferidos de Dios. Quizá nos hace falta despojarnos de todo el ropaje legalista y rutilante con que hemos cubierto nuestra fe. En la Eucaristía celebramos el amor de Dios. Cada vez que nos reunimos para partir el pan debe avivarse en nosotros el amor a los necesitados. Esta es la esencia de nuestra fe.

José María Martín OSA
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DOS NOTAS DE UN COMPÁS: DIOS Y EL HOMBRE
Amar a Dios es relativamente fácil: es una realidad tan invisible, nos exige tan poco que –conquistarle a nuestra manera– (como dirían los jóvenes) ¡está chupado! Pero ¿le amamos como Él quiere? ¿Le cortejamos como El merece? ¿Le festejamos totalmente? ¿Le buscamos desde abajo y con los de abajo?
1.- Sí, amigos; mirar hacia arriba, pensar en alto o en voz baja en Dios, no es muy comprometido a simple vista. Hacerlo, a través de la aduana de los hermanos; advirtiendo al que está en frente de mí como a un hermano (en el trabajo, en la vecindad, en la política, en la profesión, en el día a día) es todo un reto. Amar al prójimo, en muchísimos momentos, se convierte en todo una aventura; en una utopía. A veces, en algo insalvable y muy embarazoso que pone a prueba la autenticidad o falsedad de nuestra fe.
Pero, el Señor, nos advierte: el amor de Dios se filtra por el hombre y, el amor al hombre (el auténtico, que no conoce límites ni tregua, ni descansa –como diría San Pablo–) tiene su origen y su fuente en Dios.
2.- Con el evangelio en la mano, la Palabra de Dios, nos invita a volcarnos con el de arriba y con el de abajo; a sonreír al guapo y al feo; a ayudar al que me cae bien y al que me cae mal; a perdonar al que está lejos y al que tengo cerca; a entregarme con el alegre y con el triste; con el pobre y con el rico…
¡Escucha, hermano mío! Nos dice Jesús en el Evangelio de este día. Ya sé que eres sabedor de los Mandamientos de mi Padre; que intentas amarle (aunque a veces lo olvides); que respetas su nombre (aunque algunos lo maldigan y blasfemen); que miras al cielo (aunque andas demasiado pendiente de lo que ganas en la tierra).
¡Escucha, hermano mío! Nos repite, Jesús: No arrincones ni el amor a Dios, ni tampoco el amor a los hombres. No te justifiques diciendo: ¡No puedo más! ¡Ya he cedido bastante! ¡Ya estoy canso de ser yo siempre quien perdone, quien se acerque, quien haga borrón y cuenta nueva, quien ponga la segunda mejilla!
¡Escucha, hermano mío! Nos responde Jesús: yo también ofrecí la segunda mejilla; compartí la mesa con el que me traicionó y hasta me fié de quien, en las horas más amargas de mi vida, tres veces me negó. Pero los amé con locura. ¿Sabéis por qué? Porque eran hermanos míos. Hijos de un mismo Padre. Y, por mi Padre y porque sé que le agrada a mi Padre, los amé con la misma fuerza que os amo a vosotros.
Que esta eucaristía, con la escucha atenta del Evangelio, nos ayude a descubrir esas dos vías que –juntas y en paralelo– van derechas a la gloria que Dios nos tiene prometida: verle y contemplarle cara a cara por el amor que le tributamos en la tierra y porque, en el hermano, supimos honrarle, cuidarle y respetarle.
¡Escucha, hermano mío! ¡No lo olvides!
Que en el Año de la Fe no olvidemos ninguno de los dos caminos esenciales a nuestra fe: el amor a Dios y el amor al hombre

Javier Leoz
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