5 de Enero – Quien fuera Rey en este día – Tiempo de Navidad
Evangelio según San Juan 1, 45-51
Jesús resolvió partir hacia Galilea. Encontró a Felipe y le dijo: “Sígueme”.
Felipe era de Betsaida, la ciudad de Andrés y de Pedro.
Felipe encontró a Natanael y le dijo: “Hemos hallado a aquel de quien se habla en la Ley de Moisés y en los Profetas. Es Jesús, el hijo de José de Nazaret”.
Natanael le preguntó: “¿Acaso puede salir algo bueno de Nazaret?”. “Ven y verás”, le dijo Felipe.
Al ver llegar a Natanael, Jesús dijo: “Este es un verdadero israelita, un hombre sin doblez”.
“¿De dónde me conoces?”, le preguntó Natanael. Jesús le respondió: “Yo te vi antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera”.
Natanael le respondió: “Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel”.
Jesús continuó: “Porque te dije: ‘Te vi debajo de la higuera’, crees . Verás cosas más grandes todavía”.
Y agregó: “Les aseguro que verán el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre.”
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Poema a la EPIFANÍA del Señor
¡Quién fuera rey en este día! del Padre Javier Leoz
Y ante el Rey de Reyes, alabar y bendecir
la grandeza de un Dios, que sin necesidad
de tanto, tan en el llano ha caído.
Y, dejar detrás de mí, palacios e imperios,
tronos y vasallos, dominaciones y castillos,
para postrarme ante Aquel que sólo tiene
el amor como almena,
la pequeñez como defensa indefensa,
y, como siervos y guardianes,
un José y María que, sólo saben mirar,
contemplar y emocionarse ante el Misterio.
Pastores que, sorprendidos por tal mensaje,
dejaron tierras y ganados y marcharon a adorarle.
¡Quien fuera Melchor!
Y decirte que, como Rey, mereces ya no sólo el oro,
sino que toda rodilla se doble ante el AMOR.
¡Quien fuera Gaspar!
Y perfumar, con el incienso, al que siendo hombre,
es Dios y hombre a la vez, o que, el aroma
se desparramase por todos los valles donde los hombres
todavía desconocen la noticia de tu Nacimiento.
¡Quien fuera Baltasar!
Para ofrendarte, además de cómo Rey y Dios,
la debilidad de lo que somos y que Tú
compartes: nuestra humanidad.
¡Te doy gracias, Señor!
Porque –sin ser rey– he visto una estrella.
Una estrella que, en la noche oscura,
me ha invitado a seguirle, incluso en las horas amargas,
y, sus destellos, han hablado a mi corazón,
despertando mis sentimientos y mi curiosidad.
Una estrella que ha hecho posible el que yo,
hombre y débil, me postre ante Ti con la misma fe
y con la misma emoción de aquellos Reyes Magos.
Haz Señor, que después de haberte contemplado
y rezado, después de haberte ofrecido mi pobreza,
vuelva a mi hogar con la firme promesa
de que tu nombre sea conocido, amado y publicado
por todos los confines de la tierra.
¡Gracias, Señor! ¡Gracias, mi Rey!
P. Javier Leoz