VII DOMINGO TIEMPO ORDINARIO / CICLO C
AMAR A QUIEN NOS HACE DAÑO
La llamada de Jesús a amar a los demás es seductora y seguramente, muchos escuchaban con agrado la invitación que hacía a vivir en una actitud abierta de amistad y generosidad hacia todos, pero lo que menos se podían esperar era oírle hablar de amor a los enemigos. Sólo un loco les podía decir con aquella convicción algo tan absurdo e impensable: «Amad a vuestros enemigos, rezad por los que os persiguen, perdonad setenta veces siete…»
La invitación de Jesús nace de su experiencia de un Dios Padre de todos que no es violento sino compasivo, que no busca la venganza ni conoce el odio, cuyo amor es incondicional hacia todos. Jesús lo que pretende es que nos parezcamos a Dios y no seamos enemigos de nadie, ni siquiera de quienes son nuestros enemigos para ir haciendo desaparecer el odio y la enemistad entre sus hijos. Jesús no está pensando en que los queramos con el afecto y el cariño que sentimos hacia nuestros seres más queridos, sino que no seamos vengativos con ellos, ni les hagamos daño, ni le deseemos el mal, es lo que mejor nos identifica con aquel que murió rezando por quienes lo estaban crucificando: «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen».
LECTURAS PARA LA EUCARISTÍA
Lectura del primer libro de Samuel 26, 2. 7-9. 12-13. 22-23
En aquellos días, Saúl emprendió la bajada hacia el páramo de Zif, con tres mil soldados israelitas, para dar una batida en busca de David. David y Abisay fueron de noche al campamento; Saúl estaba echado, durmiendo en medio del cercado de carros, la lanza hincada en tierra a la cabecera. Abner y la tropa estaban echados alrededor. Entonces Abisay dijo a David:
– «Dios te pone el enemigo en la mano. Voy a clavarlo en tierra de una lanzada; no hará falta repetir el golpe.»
Pero David replicó:
«¡No lo mates!, que no se puede atentar impunemente contra el ungido del Señor.»
David tomó la lanza y el jarro de agua de la cabecera de Saúl, y se marcharon. Nadie los vio, ni se enteró, ni se despertó: estaban todos dormidos, porque el Señor les había enviado un sueño profundo. David cruzó a la otra parte, se plantó en la cima del monte, lejos, dejando mucho espacio en medio, y gritó:
– «Aquí está la lanza del rey. Que venga uno de los mozos a recogerla. El Señor pagará a cada uno su justicia y su lealtad. Porque él te puso hoy en mis manos, pero yo no quise atentar contra el ungido del Señor.
Palabra de Dios.
COMENTARIO A LA 1ª LECTURA
En el texto del primer libro de Samuel nos encontramos con la heroicidad de David, capaz de amar a su enemigo, el rey Saúl, hasta el punto de perdonarle la vida, porque para David Saúl era «el ungido del Señor»
SALMO
Sal 102, 1-2. 3-4. 8 y 10. 12-13.
R. El Señor es compasivo y misericordioso.
El Señor es compasivo y misericordioso.
Bendice, alma mía, al Señor, y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides sus beneficios. R.
El perdona todas tus culpas y cura todas tus enfermedades;
él rescata tu vida de la fosa y te colma de gracia y de ternura. R.
El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia;
no nos trata como merecen nuestros pecados
ni nos paga según nuestras culpas. R.
Como dista el oriente del ocaso, así aleja de nosotros nuestros delitos;
como un padre siente ternura por sus hijos,
siente el Señor ternura por sus fieles. R.
2ª LECTURA
Lectura de la 1ª carta del apóstol san Pablo a los Corintios 15, 45-49
Hermanos:
El primer hombre, Adán, fue un ser animado. El último Adán, un espíritu que da vida. No es primero lo espiritual, sino lo animal. Lo espiritual viene después. El primer hombre, hecho de tierra, era terreno; el segundo hombre cielo. Pues igual que el terreno son los hombres terrenos; igual que el celestial son los hombres celestiales. Nosotros, que somos imagen del hombre terreno, seremos también imagen del hombre celestial. Palabra de Dios.
COMENTARIO A LA 2ª LECTURA
El apóstol Pablo nos presenta una comparación entre Adán y Cristo. Nosotros, que somos imagen del hombre terreno, Adán, seremos también imagen del hombre celestial, Jesucristo
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Lucas 6, 27-38
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «A los que me escucháis os digo: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os injurian. Al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra; al que te quite la capa, déjale también la túnica. A quien te pide, dale; al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames.
Tratad a los demás como queréis que ellos os traten. Pues, si amáis sólo a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores aman a los que los aman. Y si hacéis bien sólo a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores lo hacen.
Y si prestáis sólo cuando esperáis cobrar, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a otros pecadores, con intención de cobrárselo. ¡No! Amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada; tendréis un gran premio y seréis hijos del Altísimo, que es bueno con los malvados y desagradecidos.
Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante. La medida que uséis, la usarán con vosotros.»
Palabra de Dios
COMENTARIO SOBRE EL EVANGELIO
En el texto del evangelista Lucas, Jesús, dice a sus discípulos que amar a los que nos aman no tiene ningún mérito, que hay que amar a los enemigos y devolver bien por mal. Hay que tratar a los demás como nos gustaría que nos trataran a nosotros. Jesús pide a sus discípulos que sean compasivos, que no juzguen, ni condenen, sino que siempre perdonen.
PARA NUESTRA REFLEXIÓN PERSONAL
AMAR SIN ESPERAR NADA A CAMBIO
El amor que Jesús propone a sus discípulos tiene dos condiciones esenciales: la gratuidad y la generosidad. Sólo el amor a fondo perdido y generoso es amor, teniendo su máxima expresión en el amor a los enemigos.
Continuamente estamos experimentando que vivimos en una sociedad donde es difícil aprender a amar gratuitamente, porque no entendemos para qué sirve, ni que ganamos amando sin esperar nada a cambio. Nos hemos hecho a la idea de que todo se obtiene “pagando” y así corremos el riesgo de convertir nuestras relaciones en puro intercambio de servicios. Pero el amor, la amistad, la acogida, la solidaridad, la cercanía, la lucha por el débil, la esperanza, la alegría interior no se obtienen con dinero.
Jesús no habla en teoría, sino que nos dio ejemplo para que nosotros hagamos lo mismo. Él se desvivió por los miserables, por los que no tenían con qué pagar y amó hasta dar la última gota de su sangre.
La universalidad del amor que Jesús vivió y que nos recomendó implica amar a los que provocan en nosotros rechazo, a los que no son de los “nuestros”, a los que nos han puesto o nos ponen zancadillas, a los que nos calumnian. Todo esto es posible hacerlo si contamos con la fuerza del Espíritu.